No me considero para nada una
mujer “antigua” a pesar de mi edad, sino todo lo contrario. Mi mentalidad, mi inquietud, mi activismo
en el mundo de la maternidad, especialmente del acompañamiento, me llevan a
estar lo más formada e informada posible respecto a varios temas.
Son muchos los años que percibo
una lucha ¿feminista? por la igualdad, o más bien, por evitar la des-igualdad
entre hombres y mujeres, entre madres y padres. Como digo, años y años. Y confieso que estamos como siempre, con la
diferencia de que ahora, las redes sociales, hacen más visibles las luchas.
No voy a entrar en corrientes
feministas, en lo que dicen las clásicas, las conservadoras, o las más
avanzadas. Me da igual, porque como he dicho, es el mismo discurso de siempre, pero viralizado.
Cuando se ha dado la ocasión, aún
a riesgo de salir perjudicada, he defendido las diferencias porque, queramos o no, mujeres y hombres no somos
iguales. Ni biológicamente, ni físicamente, ni mentalmente, ni emocionalmente.
No tengo suficiente información para entrar en otros tipos de orientaciones sexuales, de sexualidades, así
es que me voy a ceñir a la pareja “clásica” esto es, mujer-hombre.
No dejo de sentir cierto
nerviosismo cuando escucho a un hombre
decir aquello de “estamos embarazados” “nuestra fecha de parto es…” “estamos de parto”, pero todavía me
indigna más cuando es ella, su pareja,
quien lo dice queriendo dar cierto aire de modernismo. Y es que, hoy por
hoy, aunque haya transexuales que puedan ser madres, son las hembras las que gestan, paren y amamantan. Posiblemente en
un tiempo, también sean los hombres, ya se están encargando la tecnología y la “ciencia” para que llegue el día, pero
por ahora somos las mujeres. Guste o no guste.
El
embarazo, parto, posparto, amamantamiento y crianza temprana, son momentos en
los que el bebé depende de su madre en mucha mayor medida que de su padre. Volvamos
a la Naturaleza. Son las hembras puesto que los bebés han salido de su interior
y solo reconocen su olor, su voz, el latido de su corazón. Esto es pura supervivencia porque, de ser de otro modo, ya nos
habríamos extinguido. Guste o no guste.
Asimismo, estas etapas son de grandes revoluciones emocionales. Nadie que no sea mujer y haya pasado por
estos momentos, puede ser capaz de explicar lo que se siente. Nadie. Ni siquiera
su pareja, incluso siendo ésta otra mujer. Lo que vive, lo que
siente una madre cuando está pariendo, amamantando, acunando a su bebé, no puede relatarlo nadie más
que ella. Me refiero a su parte más emocional e íntima. Se pueden relatar
detalles vistos desde fuera, con mucho tacto, con mucho respeto y cariño, pero
nunca desde su interior. Guste o no guste.
Desde corrientes que abogan por
la igualdad en todo, se está dando fuerza a los
hombres para pretender una nueva paternidad, de ahí tal vez el estamos
embarazados y todo lo demás. Así, tal y como yo lo veo, hay hombres que se
erigen en portavoces de sus compañeras. Son ellos los que quieren maternar, los que hablan en público cuando
se trata de relatar el parto de ella(no el nacimiento de su bebé), son ellos los que hablan de
los problemas que ella –la hembra- está teniendo en el amamantamiento. Son ellos
los que hablan de su depresión pos parto –de ella- y así, toman protagonismo
mientras ellas… callan.
Yo no sé cómo se llama esto,
francamente. Pero para mí no es igualdad
sino una parte más del control que el hombre ha venido ejerciendo sobre la
mujer y que va a seguir haciendo porque, las mujeres, beberán los vientos por
sus compañeros mientras no se miren, no se vean, no se reconozcan… ya digo
que no sé cómo llamarlo, aunque puede
que alguien le llame, llanamente,
patriarcado.
En
este blog podréis encontrar relatos de partos de algunas de las mujeres
que he acompañado. Unos los han escrito ellas en primera persona, otros me
han pedido que sea yo quien describa el hecho, en cuyo caso no puedo hablar de lo que han sentido, sino de lo que yo he
visto, o como mucho, de lo que yo he
sentido.
En alguna ocasión les he preguntado a los padres si querían
contar su experiencia, y siempre me han dicho que no, que han sido ellas
las principales protagonistas junto a sus bebés. Sí que hemos comentado cómo se han sentido ellos, sus emociones al
ver nacer a su bebé, o su sorpresa, alegría, asombro, miedo incluso… al ver parir a su compañera. Pero ahí se han
quedado, en segundo lugar.
Y es que ese creo que es el papel
del padre. No segundón en tono despectivo, sino en segundo lugar para estar atento a las necesidades que su compañera
pueda ir teniendo, de forma que, ella esté bien y pueda, a su vez, atender a su
bebé. ¡Si es muy sencillo! Imaginad las matriuskas, esas muñecas de madera
que tiene una dentro de otra… Así lo describo yo: el padre cuida y contiene a
la madre para que ésta cuide y contenga al bebé. Un entramado perfecto en el que cada cual ocupa el lugar que le corresponde
sin desplazar a nadie. Y encargarse de la logística de la casa, de la
atención a las visitas, de la organización. Porque, menos amamantar, una vez ha
nacido el bebé, el padre puede hacerlo todo. Ya digo que menos dar de mamar y pretender ser… la madre. Complejo de útero, le llamo yo.
Siento que estamos dando vueltas
en una espiral sin fin desde el principio de los tiempos, desde que el hombre descubrió que una criatura lleva su ADN y necesita
demostrar, a toda costa, su paternidad. Porque en la prehistoria, y antes de saber que el espermatozoide
fecundaba al óvulo de la mujer, no había competencias ni problemas de
protagonismo. Las mujeres eran
respetadas, incluso veneradas porque eran capaces de dar vida…
No sé si podré transmitir
claramente lo que siento pues en estos momentos y por causas varias estoy algo desubicada y vulnerable.
Si al leer estas palabras alguien
se siente identificada o identificado, para bien o para mal, querrá decir que
han servido para algo. Yo, como siempre,
sólo pretendo expresar lo que veo y lo
que siento. No es mi finalidad ofender, sino llevar a pensar, a saber, que tenemos la posibilidad de ejercer nuestro
sentido crítico, de darnos cuenta de que no tenemos por qué estar de acuerdo
con todo, de que no tenemos por qué caminar en la misma dirección que la mayoría.
La mirada interior, la crítica y autocrítica,
el libre albedrío, la posibilidad de hablar sin miedo al qué dirán, la opción
de elegir, en resumen, ejercer el derecho a la libertad de expresión, algo que,
como mujeres y desde el miedo ancestral, todavía cuesta...
Como
dije en otro espacio, la vida es muy breve para enzarzarse en discusiones
baldías.
Sed
felices.
Me ha encantado tu publicación. Muy acertada. Existe una envidia del útero que pretende la anulación de la madre, esa que el patriarcado ya consiguió desconectar de su criatura ahora va a desaparecer
ResponderEliminarExisten muchos intereses que pretenden la anulación de la madre, de la misma manera que existen hombres muy astutos que, con sus máscaras de corderos, se rodean de seguidoras fieles y mujeres que pretenden esa "igualdad" a toda costa, incluso a costa de las hijas y los hijos. Tendría mucho que decir sobre este tema, pero estoy muy quemada en estos momentos.
EliminarGracias por tu aportación, gracias por leerme.
Saludos.